Muchos Institutos Religiosos, tanto de hombres como de mujeres, dedican la mayor parte de su tiempo a la oración y adoración ante el Santísimo, tarea evangelizadora insustituible y de incalculable valor para que la Iglesia lleve a cabo su misión. Otros Institutos, aun sin dedicar tantas horas ante el Señor Sacramentado, lo consideran como elemento esencial en sus carismas y en sus Estatutos. Pero todos saben que sin Eucaristía no hay Vida Consagrada ni misión que dé fruto. Y asi lo entendió y vivió “La Madre Caridad”
En esta aproximación a la vida Eucaristica de la Madre Caridad, vamos reflexionar en tres aspectos.
El Carisma recibido de Dios por la Madre Caridad
Nada mejor que volver los ojos a la fundadora, ya que es el instrumento de que se vale Dios para infundir en una Congregacion el espíritu y la orientacion que le corresponde en los planes de la Divina Providencia.
Dios ha cruzado el camino de unas mujeres con sus caminos. Y el cruce de los caminos ha hecho a esas mujeres, mujeres de fe robusta; seres humanos de gran capacidad de amar y de un carazón abierto al amor infinito de Dios; mujeres con un camino nuevo: el camino de Dios.
Entre esas mujeres esta nuestra Madre Caridad que al soplo del Espiritu su vida fue tomando el rumbo de Dios. Fue una mujer de Dios, tan de Dios que El la desbordó. Dios en su voluntad puso su tienda en su corazón; una tienda grande, y abierta a muchas otras hermanas que llegarían a su comunidad.
La Eucaristia siempre desempeñó un papel importante en la vida de la Madre Caridad, desde sus inicios en la vida religiosa estuvo marcada por la Eucaristía. No podría ser de otro modo, si se piensa que Jesús Eucaristía es el alma, el corazón en la experiencia de Dios de muchos santos. Ella aprovechaba todos los momentos posibles para estar a los pies de Jesús
La Madre Caridad, desde sus orígenes como fundadora potenció como mujer contemplativa un especial amor a Jesús Eucaristía. Se forjó en sus primeros años de formación de su vida consagrada en una experiencia fuerte de contemplación del misterio Eucarístico, tuvo la oportunidad de adentrarse en el misterio, de sintonizar con la grandeza de la presencia de Jesús en la pequeñez de la hostia, en el convento de Maria Hilf; allí testimonió junto a sus hermanas y vivió dentro de los muros del claustro, una vida centrada en la oración, avivando la relacion personal con Dios, herencia dejada por el Padre Francisco de Asís a los depositarios de su ideal contemplativo adoró y contempló a Jesús de tal manera que se dejó tocar en lo más profundo de su corazón, persuadida por el amor de Dios rompe con el bienestar de su convento de clausura y se pone en salida, buscando servir a Jesús en su carne sufriente.
En el libro de la contemplacion a la acción escrito por la Hna Rosa Amalia Lopez se dice de ella que fue un “Alma Eucaristica por excelencia, que alló en Jesús sacramentado los valores espirituales que le dieron calor y contenido a su vida” esto explica la obra más hermosa, mas querida de su corazón y la más fecunda en bienes: La adoracion Perpetua que dejó como patrimonio más estimado a la Iglesia y la comunidad en general.
No fue obstáculo ni el poco personal de que disponía al comienzo, ni la penuria en que vivía la comunidad, para mover cuanto fue necesario para obtener de su Santidad Pio XI este privilegio.
Una mujer de espíritu, toda su vida estuvo animada por la fuerza y el poder de Dios. Fue conducida hacia su interior, donde encontró el manantial que salta hasta la vida eterna. La vida espiritual de la beata Madre Caridad estuvo enriquecida con la gracia del Señor para desarrollar el carisma de la Congregacion a la que Dios la llamó como fundadora. Su vida en el espíritu le marcó una espiritualidad propia, y nos dejó como legado el espíritu de la contemplacion y adoración. No miró nada sin los ojos de la fe. Ese espíritu de contemplación siente que se le desborda y que se irradia en celo ardiente, que lo vive en la misión como educadora de la fe de los niños y jóvenes. Una espiritualidad encarnada en su vida humana que va adquiriendo el toque cristiano y la da vida a su identidad propia, hechando raíces profundas, viviendo apasinada su experiencia de Dios. Su espiritualidad eucarística la llevó a sumergirse en lo hondo de la vida de Jesús, esta experiencia le dio, certeza, fidelidad, armonía, serenidad y paz, constituyéndose para su comunidad como un faro que le da seguridad, porque sabe de quien se ha fiado.
Durante 90 años la concretización de su espíritu contemplativo a permanecido vivo y latente en la herencia de la Adoracion Perpetua, ella estaba convencida que el "celo por Cristo" debe llevar a las personas consagradas y a los creyentes, a poner en el centro de su existencia y de su actividad a Jesús, presente y operante en la Eucaristía, pues en torno a su mesa toda acción apostólica tendrá más garantía y fidelidad a su espíritu y nos capacitará para el anuncio del evangelio; Ese es el desafío de la Eucaristía, donde la vida vuelve a encontrar su identidad cuando refleja en sus obras la "memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús como Verbo encarnado ante el Padre y ante los hermanos.
El carisma de nuestra fundadora tiene su fuerza en la eucaristía, en ella nuestra madre fecundó el inicio de nuestra Congregación y dispuso su corazón para ir donde el espíritu la llevara. Quiso en lo íntimo de su corazón que sus hijas fueran fieles haciendo fecunda la Eucaristía; pues en ella nuestra madre encontraba el empuje para la misión, allí se alimentaba, animaba, entusiasmaba y comprometía con la tarea apostólica.
Su vida eucarística tiene una dimensión contemplativa: la adoración, que proyectaba en su apostolado de liberación de las mujeres con graves problemas de marginación y otras formas de exclusión social, la promoción de los indígenas, la niñez y la juventud. Sabe adorar a Jesús presente en la Eucaristía, pero también en cada rostro sufriente que encuentra en su camino.
Sirvió a Dios ante todo con la oración, simplemente porque es la forma más pura y personal de encontrarnos con Él, y es también, el servicio más noble que podemos ofrecer a nuestros hermanos.
Con su mirada siempre dirigida a Dios, su vida tiene la simplicidad de la ofrenda, del Pan y del Vino. Es sencilla, sin dobleces, llana, como llana es la Hostia que se levanta en cada Misa y se entrega en su pureza al Padre Eterno. Vivió su consagración con la sencillez que irradia el Evangelio, con naturalidad, sin cosas raras. Así es la vida de nuestra Fundadora y la luz de sus ejemplos ilumina nuestra vivencia cotidiana, nuestra relación con Dios, la relación entre nosotros y con todo el mundo.
Su vida se modeló en la Eucaristía, celebrada y adorada, y en ella descubrió también la misión social, que sólo puede madurar por medio del encuentro personal con el Señor en la Comunión y en la adoración.
La Madre Beata Caridad en su experiencia de Dios es una mujer convencida del poder de la Oración ante la Presencia eucarística. Oraba con una fe tal, sin dudar que Cristo está allí presente realmente en el sagrario, con la certeza de que, como Dios que es, nos conoce y nos llama a estar con él. Jesús en el tabernáculo fue para ella el signo de la presencia viva del Resucitado.
Estaba allí de rodillas, frente a Él, escuchando su voz que te dice: “He venido a traer fuego a la tierra y qué quiero? sino que arda” (Lc 12, 49).
En momentos de fuerte sufrimiento, de pruebas, de soledad, de incertidumbres y confusión, sintió una atracción más especial hacia Cristo Eucaristía, acudiendo a El con trato confidencial. Los testimonios nos confirman que hizo de Jesús Eucaristía el compañero de camino, el alimento, la luz y guía, ella después de las largas visitas al santísimo, salía en paz; quizás muchas veces sin hacer nada frente a Él, simplemente estando en su presencia, rendida con fe en su presencia, como la hemorroísa: “que con fe sabia que con tocar la orla de su manto quedaría sana…” (cf Mt 9,21). No es magia, es la fuerza transformante del amor de Dios. En ella el progreso en la oración es gracia, es don de Dios.
La acción principal es la que pone Dios. El “espíritu que da vida” (1 Cor 15,49) es Él, y a Él lo recibía por los sacramentos que son la fuente de la vida espiritual. Comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre creció en esta mujer la presencia espiritual, el amor fue creciendo y se fue transformando y modelando, haciéndose cada día más semejante a EL. Pues su palabra nos dice que la Eucaristía es vida, es “el pan vivo bajado del cielo” (Jn 6, 51) “Si no comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebiereis su sangre no tendréis vida en vosotros” (Jn 6,54). “Mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre mora en mí y yo en él (Jn 6,56-57).
La Madre Caridad nos enseña que el maestro de oración es Cristo, aquel a quien buscamos en la oración es a Cristo. Por eso, si queremos mejorar nuestra comunicación con Dios lo mejor que podemos hacer es frecuentar a Cristo Eucaristía, visitarle y recibir la comunión. Hacer la meditación diaria en su presencia es excelente opción. Y así, poco a poco, será más grande nuestra unión con Él, toda nuestra persona se irá modelando conforme a su imagen. Este es el poder de la oración ante Cristo Eucaristía. “Podría decirse que la vida eucarística conduce a una transformación de toda la sensibilidad, permitiendo la aparición de los sentidos espirituales: la vista se transforma por la contemplación, el gusto se hace capaz de percibir las realidades espirituales y la dulzura de Dios, el olfato siente el aroma de la divinidad.” (cfr. Teología espiritual, Charles André Bernard) Solía decir “la santa comunión nos une con Jesús. Nos hace siempre más Cristo” La configuración con Cristo es otra expresión que alude en la Madre Caridad a un proceso de fe e identificación con la persona de Jesús, pero considerado desde dentro, en sus motivaciones y en sus actitudes vitales, fue para la transformación de la propia vida en la vida del Señor, como participación en la plenitud de Cristo y en orden a llevar a cabo la misión por Él encomendada. Este seguimiento, imitación y configuración con Cristo fue meta que intentó alcanzar durante toda la vida.
A la luz del carisma eucarístico de Madre Caridad nos podemos preguntar¿Qué significa esa presencia de Jesús eucarístia en nuestra vida? Al responder esta pregunta para muchos puede significar Paz, alegría, gozo, alimento, ese lugar donde me encuentro, donde fui sanado, donde fui transformado, donde todos los días reencuentro el sentido del camino y comprendo el misterio de Dios en mi propia historia.
Y para muchos corazones de fe significa “la celebración que nos une a aquella liturgia que acontece en el cielo. En resumen, la vida eucarística es el compendio y la suma de toda nuestra fe, de nuestro acto creyente. Nuestra manera de pensar y armonizar con la eucaristía y a su vez la eucaristía confirma nuestro modo de ser, llamados a ser eucaristía. Como dice el apóstol San Pablo: “Ustedes son hostias vivas en Cristo Jesús”. Ojalá además de alimentarnos en Cristo por el misterio eucarístico, reconozcamos que Dios nos quiere como alimento para nuestros hermanos, como lo reconoció y vivió la Madre Caridad.
Frente al misterio de fe, que ha sido siempre la Eucaristía, en adoracion a ella alimentamos nuestra devoción, que lanza de manera abierta a una experiencia profunda de Dios en medio de los demás. Es por esta razón que frente a la presencia Eucarística encontramos la forma más viva de ese amor de Dios para con nosotros, en el sacrificio de la Eucaristía en donde Dios nos entrega a su propio Hijo.
2. La Eucaristía como impulso misionero en su vida
Vamos ahora a recordar brevemente algunos principios que nos permiten captar la importancia que la Eucaristía tiene en la misión de la Iglesia. Al afirmar que la Eucaristía es el corazón de la misión queremos recalcar el carácter central y absolutamente necesario de este sacramento en la vida de la Iglesia. Cristo ha enviado a su Iglesia al mundo provista de la Palabra y el Sacramento. Entre los sacramentos, la Eucaristía ocupa el lugar central. El Concilio enseña que toda la vida cristiana y toda la acción evangelizadora de la Iglesia tiene su fuente y su cima en la celebración de la Eucaristía (LG 11; PO 5), que la Iglesia vive y crece por la Eucaristía (LG 26), que la celebración de la Eucaristía es fuente de vida para ella.
Dada la inseparabilidad entre el ser y la misión de la Iglesia, ésta no puede renunciar a su identidad en su acción en medio del mundo. Es en la Eucaristía donde la Iglesia se encuentra a sí misma, donde ella descubre su verdadera identidad como Cuerpo de Cristo. La verdadera naturaleza de la Iglesia, afirma el Concilio Vaticano II, se expresa en la Eucaristía (SC 2). Sólo una Iglesia que se renueva en su propia identidad a partir de la celebración de la Eucaristía puede ser fiel a su misión.
La Madre Caridad fue una mujer eclesial y misionera en el corazón de la Iglesia, ella se entregaba con plenitud a lo que hacia, esta mujer admirble no se daba a medias, y siempre cualquiera de sus actividades terminaba a los pies del Santísimo Sacramento. Su ejemplo en este campo de no hacer nada a medias , será siempre una exhortación constante a la responsabilidad en todas nuestras actuaciones. Con frecuencia decía: “ lo que se hace por Dios hay que hacerlo siempre bien” como nos lo enseña en su lema “Todo por amor a Dios y como el lo quiere”
La Madre Caridad afincó en la Eucaristia todo su impulso misionero, la eucaristía constituyó la fuente, la meta y la sintesis de su quehacer misionero, bien supo de las enormes y variadas riquezas de la Eucaristía como parte de su quehacer evangelizador y supo compartir sus ricas significaciones para la vida de la comunidad y todos los destinatarios de las obras pastorales, su misión evangelizadora como expansion eucarística fue creadora y restauradora de comunión y de fraternidad, estaba convencida que al compartir todos el mismo Pan, el Sacramento de Cristo en el corazón de cada ser humano es fuente de toda santidad; es la raíz y el fin de todo apostolado.
Las palabras de Jesús siempre resonarón en la Madre Caridad como un grito que la impulsa hacia la misión en una de sus cartas nos dice “Las palabras del salvador “venga tu reino” se cumplirán cuando escuchemos la voz de la Iglesia. Una llamada para despertar, luchar y ayudar. Toda Misión ha de estar fundamentada en una fe profunda y en un gran amor a Dios y al prójimo como lo constatamos en las cartas misioneras de la Madre Caridad.
En uno de sus viajes misioneros escribe asi “ En el largo peregrinar por el extranjero e aprendido a prenderme fuertemente de Dios; más como no puedo testimoniarle mi fidelidad a El en persona, segui el consejo de la gracia y lo sigo haciendo también ahora con su ayuda Omnipotente, mediante una obediencia filial y sencilla, disfrutando además de una paz como nunca disfrute en la vida”
La Madre Caridad acogió las exigencias del seguimiento de Cristo en la vida misionera, su tarea evangelizadora la hizo desde la pobreza en bien de los pobres, en su vida tuvo que luchar contra la tentación de instalarse y ‘aprovisionarse’ de suficientes bienes y recursos materiales, inspirada en San Francisco de Asis, que le recordaba siempre que el éxito de la evangelización no se sustenta en la posesión de bienes materiales, en el poder político o económico, sino en la fuerza del Espíritu. Comprendio que el discípulo que anhela Jesús no esta vinculado al poder y al tener, sino a una Iglesia al lado de los pobres y excluidos de la sociedad. Si bien es cierto que “el obrero merece su salario” (Lc 10, 7), no debemos comportarnos como misioneros asalariados, ni menos pretender obtener elevados salarios por nuestro “trabajo evangelizador”.
Su compromiso misionero estuvo animado por la espiritualidad del seguimiento de Jesús. Su obra misionera se consolido con escasos recursos, junto a otras pocas mujeres que movidas por la fe, el entusiasmo, se entregaron total y generosamente al servicio del evangelio; su única fuerza y riqueza para emprender la fundación de muchas obras fue siempre Jesús eucaristía.
Como verdadera seguidora del Señor, no saca a relucir sus propias virtudes y capacidades, su misión está basada en la minoridad y el verdaro espíritu franciscano, anclada su misión en el Cristo pobre, humilde y crucificado.
En el el anonadamiento de Jesús en el Pan Eucaristico acreditó los sufrimientos padecidos como consecuencia de ser fiel a Jesús en la acción misionera, no necesariamente azotes y cárceles; hay otras formas como podemos ser azotados: con la burla, la calumnia, la murmuración, la indiferencia o hasta el desprecio por tratar de vivir el evangelio. La Madre Caridad no estuvo ajena a estas situaciones. Ella preveía las circunstancias y orientaba ciertamente a las hermanas para afrontar el conflicto y responder a las necesidades que la realidad les presentaba, a la vez les exhorta a prepararse debidamente. Decía a sus hermanas “ si fuera necesario y conveniente, pueden ustedes dedicarse al cuidado de los soldados enfermos o donde la necesidad lo exija. Tal vez fuera necesario prepararse un poco para esto, de manera especial, ser de carácter frme, espíritu de sacrificio, para deberas hacer la caridad”
Los sufrimientos los encontró en la vida sin necesidad de buscarlos, pues si se anuncia el evangelio de Jesús, no simpre se va a ser exitoso, el anuncio supone contratiempos, sufrimietnos, riesgos y hasta persecusiones. Como misionera soportó las exigencias de la misión con la fuerza que viene de Cristo. Su fortaleza es Jesús, como dice San Pablo “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (Flp 4, 13); por ello, no todo es sufrimiento, está el gozo de sabernos acompañados de Jesús, la alegría de ser instrumentos del Señor, haciéndonos dignos de la recompensa eterna, de “la corona de gloria que no se marchita” (1Cor 9, 25), del “ciento por uno en esta vida y además la vida eterna” (Mt 19, 29). Tenemos, pues, muchas motivaciones para entregarnos con generosidad al servicio de la misión. No puede existir un verdadero misionero que a pesar de todos sus sufrimientos no se sienta feliz de entregarse a la misión. No hay alegría mayor que sentirnos cercanos a Jesús, sintiéndonos acompañados por Él a ejemplo de nuestra querida Madre Caridad
En ella el celo por la misión se manifiesta en estas ardientes palabras en una de sus cartas, se expresa asi: “que nos enviaran muchas religiosas ávidas de trabajar en la viña del Señor, ya que hay necesidades de muchas fundaciones nuevas para remediar en algo la miseria y el abandono espiritual de estas regiones. Como podemos ver la Madre Caridad estuvo siempre atenta a la realidad social, económica , política y religiosa de los lugares misioneros con el interés de dar respuesta a las necesidades apremiantes de la gente.
La Madre Caridad constituyó una unidad integrada y armonizada entre su vida y la misión. Conseguir esto supuso para ella un ejercicio de prudencia y sabiduría , pués en realidad en la vida consagrada todo es vida y todo es misión. Para nuestra fundadora la misión fundamental fue la misión testimonial, he hizo de todos los aspectos de su vida personal y comunitaria una autentica misión: el silencio, la oración, la celebración, la adoracion y la convivencia fraterna, todo ella lo vivió con sentido de misión. Para ella la vida sin misión no era una una vida plena. Llegó a ser una mujer muy contemplativa en la acción y convirtió el trabajo en oración, en una palabra podemos afirmar que cultivó la espiritualidad de la encarnación, haciendo de su comunidad religiosa, el primer agente apostólico, mediante el testimonio de vida evangelica.
En este contexto del valor misionero de la Eucaristía en la vida de Madre Caridad, nos queda a nosotras como consagradas y a todos los fieles amantes de Jesús Eucaristia reafirmar la importancia de este sacramento para la vida personal, comunitaria y de familia. A nosotras, como miembros de la Congregación de franciscanas de María Inmaculada, la Eucaristía nos debe ayudar a ser contemplativas en la acción; a ser místicas de ojos abiertos; y a conjugar la paz sapiencial con la mistica profetica. Cada Eucaristía debe reavivar en nosotros el proyecto cristiano: vivir dando gracias a Dios continuando su proyecto en el mundo. Esto nos lleva a no temer dar testimonio del Dios cristiano, en el mundo que por un lado, se constata una cultura secularizada. pensando que la religión es un antivalor del cual hay que liberarse.
A los fieles cristianos les debe ayudar en la familia a tejer lazos de unidad cristiana, a fortalcer la fraternidad , hay que hacer de la familia el lugar privilegiado para conocer a Dios y dar los primeros pasos en la fe.